martes, 9 de junio de 2020

EL CABALLERO CARMELO Y OTROS CUENTOS (Edición especial ilustrada)

Estos cuentos seleccionados por su afinidad estética, un estilo claro, breve y expresivo, y descripciones elegantes o cuasi poéticas; nos ilustran la genialidad prosística de Valdelomar. El Caballero Carmelo, sin lugar a dudas, encabeza en primera línea este repertorio, por la honestidad que gobierna y lleva de la mano a sus protagonistas, por la humildad con que se desarrolla cada pequeño episodio narrativo y por cuyo desenlace se contrista nuestra empatía y admiración. Con este cuento iniciamos la lectura de su famoso ciclo “cuentos criollos”; aunque así de importante será conocer algunos de sus “cuentos incaicos” y los bien logrados “cuentos fantásticos”.
Como narrador, Valdelomar desbordó su imaginación y se valió de la anécdota personal para la creación de sus más bellos cuentos. Algunos pueden considerarse demasiado humanos ya que retratan tristeza, soledad o desolación en sus definidos personajes, pero también evocan situaciones donde perseveran la inocencia, la ternura, la superstición y la magia.

Se trata del primer libro con el que inicia nuestra serie de Clásicos Patrios.





Título: El Caballero Carmelo y otros cuentos (Edición especial ilustrada)
Autor: Abraham Valdelomar
Encuadernación: Tapa blanda
Medida: 20 X 13
Longitud: 220 páginas
Lengua: Español
Edición limitada


IV

Esbelto, magro, musculosos y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo altivo, caballeroso, justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada cresta de encendido color, ojos vivos y redondos, mirada fiera y perdonadora, acerado pico agudo. La cola hacía un arco de plumas tornasoles, su cuerpo de color carmelo avanzaba en el pecho audaz y duro. Las piernas fuertes que estacas musulmanas y agudas defendían, cubiertas de escamas, parecían las de un armado caballero medioeval.
Una tarde, mi padre, después del almuerzo, nos dio la noticia. Había aceptado una apuesta para la jugada de gallos de San Andrés, el 28 de julio. No había podido evitarlo. Le habían dicho que el Carmelo, cuyo prestigio era mayor que el del alcalde, no era un gallo de raza. Molestose mi padre. Cambiáronse frases y apuestas; y aceptó. Dentro de un mes toparía al Carmelo con el Ajiseco, de otro aficionado, famoso gallo vencedor, como el nuestro, en muchas lides singulares. Nosotros recibimos la noticia con profundo dolor. El Carmelo iría a un combate y a luchar a muerte, cuerpo a cuerpo, con un gallo más fuerte y más joven. Hacía ya tres años que estaba en casa, había él envejecido mientras crecíamos nosotros, ¿por qué aquella crueldad de hacerlo pelear?...