jueves, 22 de octubre de 2020

LA PRIMERA TRADUCCIÓN DEL DRAMA "OLLANTAY" AL CASTELLANO POR SEBASTIÁN BARRANCA

Sebastián Barranca (Acarí 1830 - Lima 1909) es el sabio peruano que dio a conocer al mundo en lengua castellana, este inmortal drama anónimo, originalmente escrito en quechua; cuyo polémico origen aún no se encuentra del todo definido. La editorial arequipeña Trilobites, realiza un rescate editorial de esta primera traducción al castellano, con introducción prólogo y notas aclaratorias del propio Sebastián Barranca.
Previamente, esta edición inicia con este preludio:

DRAMA DE UN DRAMA

Para sostener la existencia de una literatura incaica, mucho se debatió respecto al idioma quechua y sus tradiciones orales heredadas del universo incaico. Si partimos desde la premisa etimológica de que la literatura es el arte de la palabra expresada a través de las letras o la escritura, rápidamente se nos niega que el imperio de los Incas, a falta de escritura, pueda considerarse como una civilización cultora de este arte. Sin embargo, como bien sabemos, el trasfondo que persigue el arte literario es la expresión de las ideas y los sentimientos humanos arraigados en todas las culturas alrededor del mundo; con ello, también nos damos cuenta de cuán facultadas están las tradiciones orales incaicas (mitos, poemas y canciones) de llamarse literatura. Esta ambigua contrariedad continúa acosando hasta nuestros días al elemental aporte que la cultura incaica ha tenido para el Perú de nuestros días.
El teatro, cuya palabra fuese traída por los españoles de la conquista, se instauró y cultivó durante el tiempo colonial (autosacramentales, dramas y comedias) como una mejor forma de llevar el mensaje de la doctrina cristiana y la cultura europea al pueblo indígena. José María Arguedas nos dice: “...Los sabios consejeros de la administración colonial comprendieron claramente que el único modo de lograr la conversión del indígena era la de difundir la doctrina católica en el lenguaje de la población nativa, y consiguieron su propósito aunque no plenamente...”. Así, se dieron a las creaciones quechuas talentosos autores como: Gabriel Centeno de Osma con El pobre más rico; Juan de Espinoza Medrano, “El lunarejo”, con El hijo pródigo y autores mestizos muy discutidos u olvidados, no siendo el caso de sus obras, como Los rigores de un padre y generosidad de un rey o el Usca Páucar. De los mencionados, sus representaciones públicas en quechua fueron permitidas en un esfuerzo por educar al pueblo, contener la sublevación indígena o erradicar el paganismo. Pero, ¿existió el teatro en el antiguo Perú? Las pruebas objetivas señalan que no, al menos en el sentido europeo como lo conocemos; sin embargo, hay autores como el Inca Garcilaso de la Vega quien afirmó que la cultura incaica entendía aquel campo literario, identificándolo en una especie literaria conocida como Wanka: una épica dialogada, de carácter histórico, narrada en cantos corales, siendo esto lo más semejante al entendimiento del teatro.
Abundantes copias de un manuscrito en quechua salieron a la luz a finales del siglo XVII, el nombre de esta obra apócrifa se llamaba Los rigores de un padre y generosidad de un rey, que cuenta la historia de rebelión de un general Inca llamado Ollanta contra el poderoso Pachacútec, debido a que éste último le niega el amor de su hija, la princesa Cusi Coyllur, la misma que padece la crueldad de su padre encerrada en una celda, sin siquiera estar cerca de su hija, fruto de sus amoríos con el general. Ollanta entonces opta por la rebelión en busca de justicia por la humillación sufrida; y esa es la historia que -como Odiseo en La Odisea- hará conocidos los avatares del héroe incaico Ollanta en el ahora famoso drama Ollantay. A partir de estos documentos, a decir de sus poseedores, se cuenta que su origen era prehispánico y que había sido representado y hecho público en la Plaza de Tinta (Cusco), preparado por José Gabriel Condorcanqui (Thupa Amaru II) para excitar los ánimos del pueblo hacia la sublevación contra la corona española. No deberíamos consentir que los investigadores Johann J. Von Tschudi y Clements Markham, extranjeros fascinados por la cultura incaica, fueran seducidos por tales rumores y sus averiguaciones literarias faltaran a la verdad, y se entenderá por qué.
Tres son las teorías que quieren dar noticias de la procedencia del Ollantay:

La teoría incaísta, donde nace la confirmación de una leyenda, expuesta por el abogado José Palacios en el diario Museo Erudito del Cuzco, donde Palacios hiciera una reseña histórica sobre el rebelde Ollanta cuyos actos culminan en su ejecución por parte de Huayna Cápac; acotaría luego que un cura de Sicuani, Antonio Valdez, escribió un manuscrito basándose en ello, pero cambiándole a un feliz final. Este último detalle fue ignorado por el lingüista y explorador Von Tschudi, quien durante sus viajes al Perú (1838-1842) colaborando con Mariano Rivero para la publicación de Antiguedades peruanas, nunca llegó al Cusco y sus publicaciones sobre la lengua y literatura quechuas aparecidas en Antigüedades (1851) no hacen ninguna referencia al Ollantay. Pero en Viena (1853) se hacen públicos por primera vez fragmentos del Ollantay en su libro DIE KECHU SPACHE, omitiendo cualquier autoría; según dijo, consiguió una copia en La Paz fechada en 1735. Pero hay razones para suponer, como Barranca, que al estar Tschudi en Viena, quien debió proporcionarle las noticias del drama cusqueño y una probable copia, pudo ser el viajero y artista Moritz Rugendas, que tuvo contacto con Mariano Rivero cuando hacía turismo en Cusco (1847). 
Del mismo modo Markham que llegó a entablar diálogo con el anciano Justo Pastor Justiniani y de quien recibió una copia literal, sólo atribuye al cura Antonio Valdez la autoría de la obra física, por primera vez escrita en quechua, mas no el contenido. Motivado por las declaraciones de Fidel López, hace así público en 1871 su libro en inglés APU OLLANTAY A drama of the time of the Incas sovereings of Peru. Dando a entender que la obra se remonta a tiempos incaicos (1470 D.C.), es decir que ya existía cuando Thupa Amaru II la hizo representar, y su autoría es desconocida. 
El mencionado Vicente Fidel López, por ejemplo, afirmaba -en el año 1770- que su padre, que era amigo del cura de Sicuani, había oído decir a éste que aclaró con una nota en el manuscrito original que el drama se remontaba a 300 años de antigüedad, aproximadamente durante el gobierno de Huayna Cápac; así que por este rumor la pieza debía ser prehispánica.
Sostienen que la composición de la obra fue ordenada, según suposiciones de Gavino Pacheco, por los súbditos de Huayna Cápac para elogiar a su padre Túpac Yupanqui y ganar sus favores. Precisamente se contrasta con la afirmación de que Huayna Cápac había ordenado construir la fortaleza de Ollantaytambo en el pueblo de Tambo, donde se suscitó la historia mítica del rebelde Ollanta. De este modo la presentaba como la viva prueba de una preexistente pieza dramática que se creyó perdida, pero que pudo ser celosamente custodiada por la última línea de “honorables” amautas o quipucamayocs que finalmente la transmitieron de forma oral a un copista mestizo y docto en la escritura y las artes. El sustento de la historia mítica llamó la atención de Sebastián Barranca y Luis Valcárcel, quienes confirman que el poblado de Ollantaytambo no se llamaba así antiguamente y que el cambio de nombre confirmaba la existencia de una tradición perpetuada en el folclor incaico.
El Dr. Augusto Tamayo Vargas, dice que la obra colonial se hizo sobre una original pieza incaica; que los motivos de rebelión de Ollanta debieron haber sido por un afán de venganza y no por honor, como lo haría un rebelde, conciliando ligeramente con el manuscrito que, en un supuesto caso, habría adecuado Antonio Valdez. Omitiendo el episodio romántico que es difícil probar, no se le escapa, que la mayor parte de los personajes de la obra son reales y que, refiriéndose a la traición en la obra, el indulto a Ollanta es una maniobra política de Túpac Yupanqui, ya que si lo ejecuta, todo el grupo racial de los Antis se volvería enemigo del imperio. Aunque por otra parte Tauro del Pino dice que los Incas caracterizaban su reinado con un acto poco común, y el perdón a Ollanta es una buena oportunidad (porque el perdón es una cualidad humana y no exclusiva de la cristiandad). También con ello el Inca era capaz de demostrar su magnanimidad y omnipotencia. 
Sebastián Barranca recogió todas las bases del sustento de la teoría incaísta y presentó su lista en la publicación Ollanta ó sea la severidad de un padre y la clemencia de un Rey (1968), que fue la primera traducción que se hizo del quechua al castellano. A su entusiasmo por la teoría incaísta daremos pie más adelante.

La teoría colonialista es planteada por Leopoldo Vidal Martínez, sosteniendo que el perdón  de Túpac Yupanqui, es un mensaje cristiano, y que el sacerdote Villac Umo en la obra, no aporta un papel ni actitud pagana.
Bartolomé Mitre, supone que el drama Ollantay contiene un gran sentimiento del honor, ese mismo que distingue a las grandes historias épicas europeas, típico en obras como El Mío Cid y La canción de Rolando.
Muchos partidarios de esta teoría como el Dr. Jorge Pucinelli se abrazan a la forma de la obra, como es el hecho de su métrica colonial (el predominio de los octosílabos) en veces defectuosa, el desarrollo de la trama (actos, escenas), el carácter y función de los personajes que son del más clásico estilo español. Pero reconocen que quien lo escribió, el cura Valdez, buen conocedor de la cultura andina, recogió auténticos cantos quechuas, yaravíes, y su casi perfecto dominio del idioma nativo mejoró la percepción que los lectores tenían del drama, haciendo creer que debía ser obra de procedencia incaica. Esto compensó las cualidades dramatúrgicas que Antonio Valdez no poseía.
El Dr. Carlos D. Valcárcel sostiene que el autor pudo haberse fijado en las formas occidentales porque la forma quechua se había quebrado. Esto mismo indica Ricardo Palma, al referir que la creación es colonial por todos los recursos que presenta para su desarrollo, aunque está sembrada en una tradición quechua que conocía el copiante.
Raúl Porras Barrenechea y Salazar Bondy advierten que la poesía incaica se estancó en la etapa coral, y no alcanzó la etapa teatral; que la obra es quechua porque fue escrita en quechua, pero no es una obra de creación incaica. La poesía incaica es superior al drama Ollantay. 
Parece estar en la voz de Raúl Porras Barnechea el veredicto final a la controversia, en él se acentúa la difundida afirmación de que el autor es el cura de Sicuani, Antonio Valdez, quien redactara el original en 1770, esto confirmado por Justo Pastor Justianiani y Apu Sahuaraura Inca, aparentemente discípulos y también copistas de la obra. Barrenechea puntualiza estos detalles: El molde es español, aunque el drama incaico; el uso de palabras españolas como: rufián, guadaña, gato; en otros teatros primitivos la mujer no interviene pero en Ollantay sí; la existencia de un personaje gracioso (Piqui Chaqui) confirma la procedencia española; la comparación entre la blancura de la nieve y el rostro de la mujer es propio de la lírica europea; y finalmente que en el orden imperial incaico era impensado presentar los amores de una princesa Inca con un plebeyo ni representar el perdón a una falta contra la sangre y honor imperial como de la que es culpable Ollanta.  
Pero los incaístas sostienen que Ollanta no es ningún plebeyo, ya que había alcanzado el rango de noble por privilegio en base a su esfuerzo y valentía, de manera que su demanda podía considerarse parcialmente justa y debió haber tenido sentido en la realidad. Mas la interpretación de la investigadora Zoila Vega sobre este punto vuelve a diluir la visión de una justa demanda del noble privilegiado, pues sostiene que no había cabida histórica, basándose en la cruel y dura competencia que los propios familiares de sangre real demostraban por hacerse del poder, tal fue el caso de la lucha entre Huáscar y Atahualpa; por lo que indultar a un criminal de sangre no real y otorgarle un importante cargo político cerca al trono (como sucede la escena sexta del tercer acto), es muy inverosímil.
De manera concluyente, en una entrevista, Porras Barrenechea señaló que la prueba más fehaciente de que el Ollantay es una creación de la literatura quechua colonial, es la declaración del cura Sahuaraura, quien en un manuscrito que conservó el Padre Barriga en Arequipa, se refiere a Antonio Valdez así: “Este celoso y virtuoso Párroco fue muy amante de su patria, amaba con ternura a la desgraciada descendencia de la sangre real a quienes él conoció y fue amigo íntimo del que escribe”. Y hablando sobre el drama Ollantay “... dijo que en ella más había escrito como poeta que como historiador, por esta razón al fin de esta dará alguna ley, del que oyó a sus labios, el que escribe”. A José María Arguedas le habían convencido las conclusiones del Dr. Barrenechea, aunque tal vez hubiera evitado decir: “... Parece comprobado que el Padre Valdéz hizo representar por primera vez el drama ante Túpac Amaru, el inca colonial que organizó la primera gran rebelión contra el poder español en América”; lo que ha resultado ser siempre una idea muy atractiva para los apasionados tupacamaristas.

La teoría ecléctica opta por ser una intermediaria, une a las anteriores, aceptando los factores más probables de cada una. Acepta la existencia del drama en tiempos incaicos y que tal vez fuera representada durante las fiestas imperiales. Pero cuya versión original fue copiada varias veces de una o más fuentes indígenas o mestizas que la conocían de antaño o la recogieron por escrito, resultando en diversos manuscritos, y uno de ellos adaptado por los hispanos para su escenificación, en cuanto a los arreglos de escenas, personajes, lenguaje y técnica dramática durante el siglo XVI, hasta hacerse mejor conocida la versión escrita por el padre Valdez en el siglo XVIII. Personalidades como José de la Riva Agüero y Ricardo Rojas han sido los gestores de esta opinión. De aferrarnos a esta teoría, lamentablemente no ayudará a saber cómo y cuan diferente fue la obra incaica original y todas las aristas que Jorge Basadre también animaba a creer. 
Celebraciones religiosas y culturales como el hasta hoy conocido Wawa Inti Raymi, instaurado desde el gobierno de Pachacútec, apuntan a la esperanza de algunos, de no estar equivocados en la procedencia prehispánica del afamado drama que, gracias a la intención moralizante del cura Antonio Valdez, vive para la posteridad, despertando hasta hoy la curiosidad del mundo entero que reconoce la grandeza de nuestra cultura y la viva herencia de nuestros antepasados en el idioma quechua.
(...)

De Ollantay, Editorial Trilobites, 2020.




180 páginas
20 x 13
Tapa blanda
Papel avena
Edición bilingüe (español-quechua)

domingo, 12 de julio de 2020

A 120 AÑOS DEL NACIMIENTO DE ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

Este año se conmemora el 120 Aniversario del nacimiento de este genial escritor francés, autor de una de las más bellas obras universales: El Principito, traducida a muchos idiomas y que no deja de ser leída por grandes y pequeños.
Antoine de Saint-Exupéry (Lyon, Francia, 1900) nació en el seno de una familia aristocrática en decadencia, pues sus padres fueron condes. Desde muy niño sentía afición por la aventura, la lectura y el vuelo. Sus juegos como piloto involucraban una bicicleta a la que le acopló alas de tela para intentar despegar del suelo. Incluso quiso presentarse al servicio militar de la fuerza aérea, pero no pudo ser. Tuvieron que pagarle clases de vuelo, al tiempo que se dedicaba a ser mecánico de aviones y conseguir su primer trabajo en el correo aéreo postal. También le era usual y disfrutaba de llevar pasajeros en su avión para mostrarles París desde el cielo.
Pronto fue escribiendo sus memorias las cuáles despertaban el interés de alguna editorial y lograban convertirse en libros, tales como: Vuelo Noctuno, Tierra de hombres y Piloto de Guerra.
Detrás de su oficio en el correo aéreo postal, sus temerarios viajes por diversos países, sus misiones secretas durante la Segunda Guerra Mundial, lo llevaron en muchas ocasiones a sufrir accidentes y forzosos aterrizajes, como aquel donde casi pierde la vida entre las alucinaciones y la falta de agua en el inclemente desierto del Sahara, sino hubiera sido rescatado por una caravana de Beduinos. Este evento inspiró el escenario donde aparecería El Principito.
Durante los últimos meses previos a su desaparición en 1944 (se cree que su avión, en misión de reconocimiento, fue derribado por un avión alemán sobre el Mar Mediterráneo) trabajaba en acuarelas unos dibujos para un libro que finalmente se publicó en Nueva York, una edición en inglés "The little prince" y otra en francés "Le petit prince", ambas ediciones de 1943. Un libro donde registra su afición por el vuelo, pero también sus interrogantes ante la vida y la muerte, el amor y el desencuentro con los seres que se ama y la comprensión del comportamiento humano.
En torno a este libro cargado de mucho simbolismo y anécdotas personales del autor, todas cubiertas por el fino manto de un principito, es importante destacar un par de curiosidades de las que me he convencido personalmente:
La primera curiosidad descansa en el hecho de que, efectivamente, Antoine aterrizó precipitadamente su avión sobre las dunas del Sahara, tras visualizar una luz verde resplandeciente, que casi lo ciega y que, confiesa, provocó la falla de su motor. Y es en ese paraje desolado donde fácilmente se debió sentir como cualquiera de los personajes imaginados en El principito, que habitaban en su soledad aquellos planetas agazapados entre las estrellas; estrellas que, por cierto, contemplaba durante sus noches de orfandad en el Sahara. Alejado de toda civilización, de todos los seres que amaba; en sus horas críticas de delirio, en su libro Tierra de hombres nos relata varios fragmentos como el siguiente:
...Y en mi cabeza siento repercutir los golpes del Sol. ¡Ah!, a lo lejos...
- ¡Eh! ¡Eh!
- Allí no hay nada, no te alteres es el delirio
Hablo conmigo mismo pues necesito apelar a mi razón. Me resulta tan difícil rechazar lo que veo. Me resulta difícil no echar a correr hacia esa caravana en marcha...¡Ahí, mira!
- Imbécil. Sabes muy bien que eres tú el que la inventas.
- Entonces nada en el mundo es de verdad.
Su charla con esta voz sobrenatural pudo haber sido el imaginario personal que lo llevó a encontrar su alter ego en la novela (un niño interior). Puesto que, si lo vemos de un modo razonable, experimentando la soledad en el desierto, el aviador no puede haber estado conversando más que consigo mismo, mientras reflexionaba el sufrimiento que su pérdida ocasionaría a su familia y cómo esta le apodaba cariñosamente de niño: "Rey del Sol", por su cabello rubio.
La segunda curiosidad nos detiene en una parte emotiva del libro El principito. Muchos han oído hablar y han estudiado los argumentos que señalan a su esposa Consuelo Suncín como el personaje de "La rosa". Dentro de los aspectos más obvios y generales tenemos que: El asteroide que habita el Principito tiene tres volcanes, y Antoine desconoce su apariencia puesto que en Francia sólo existen los Alpes; pero tras su boda, conociendo El Salvador, el país de Consuelo, hay en el patio de su casa una estupenda vista hacia el valle de los volcanes, donde se visualiza tres de ellos, precisamente dos activos y uno extinto, sí, igual que en el "Asteroide B612". La alegoría de que la única rosa que cuida el Principito en el asteroide, es mucho más que un cumplido, para los sentimientos transparentes de Saint-Exupéry es la pura verdad, su rosa es incomparable, como pura verdad es la desilusión que siente el Principito al encontrarse con el jardín de rosas en la novela, ya que ninguna de ellas se parecerá a la que ha dejado en su hogar, lo que devela el remordimiento y las inseguridades que Saint-Exupéry siente en su relación amorosa, plagada de infidelidades que Consuelo denunciaría póstumamente en su libro Memorias de la rosa. ¿Y por qué tosía la rosa? es claro para quienes conocieron a Consuelo, que ella sufría de asma, por eso el Principito la cuidaba de los fuertes vientos, cubriéndola con un globo de cristal. ¿Y si la despedida que tuvo el Principito con su rosa fuera un hecho real que Saint -Exupéry rememora desesperadamente? Para quienes han sufrido un conflicto amoroso con un ser entrañable las siguientes confesiones pueden parecer coincidentes:
Así, a pesar de la buena voluntad de su amor, el principito llegó a dudar de ella. Había puesto demasiada atención a palabras sin importancia y se sentía desdichado. 
"No debí haber hecho caso a sus palabras –me confesó un día–. No hay que hacer caso a lo que dicen, basta con mirarlas y aspirar su aroma. Mi flor perfumaba mi planeta y, en ese entonces, no bastó para complacerme… Aquella historia de garras y tigres que tanto me molestó al principio, terminó por enternecerme". 
Y me confío aún más: 
"¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡Ella perfumaba e iluminaba mi vida! ¡No debí haber huido! ¡No supe reconocer la ternura tras sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Y… yo era demasiado joven para saber amarla". 

Pero es en el capítulo que casi todo el texto refleja la aflicción que sentía al distanciarse de su esposa:
El principito arrancó con tristeza los últimos brotes de baobabs. Creía no volver jamás. Sus trabajos habituales le parecieron muy agradables. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo de la campana, sintió ganas de llorar. 
–Adiós –le dijo a la flor. Pero ella no respondió. 
–Adiós –repitió el principito. 
La flor tosió aunque no estaba resfriada y al fin dijo: 
–He sido una tonta, perdóname y procura ser feliz. 
Le desconcertó la ausencia de reproches y quedó con el biombo en la mano sin comprender esa tranquila mansedumbre. 
–Sí, yo te quiero –le dijo la flor–. Si no te has dado cuenta la culpa ha sido mía, pero eso ahora no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz… Y deja el biombo. No lo necesito. 
–Pero… el viento... 
–Ya no estoy tan resfriada y el aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor. 
–Y los animales...
–Será necesario soportar la molestia de dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Ellas me visitaran… tú estarás muy lejos. Y en cuanto a las fieras, ya no les temo, tengo mis garras. 
Y mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió: 
–Y no prolongues más tu despedida. Has decidido irte, hazlo de una vez. 
La flor, que era orgullosa, no quería que él la viese llorar.

El principito puede parecer un libro para niños, sí, para todo aquel que tiene el corazón de un niño. Pero es también una declaración de perdón al ser que se ama y que se descubre, finalmente como el único ser en el universo por el que ha valido la pena la distancia y la tristeza.

Sin lugar a dudas, un auténtico clásico de la literatura universal.


Desde Arequipa, hacemos esfuerzos por seguir contribuyendo a la inmortalización de esta estupenda obra. La editorial Aletheya lleva tiempo imprimiendo una minúscula y económica edición en español. Ediciones El Lector ha publicado una edición traducida en quechua, a cargo de César Itier. Y la editorial Trilobites, bajo su sello Bird House nos hace entrega de la versión original en idioma francés, tan escasa y difícil de encontrarse en nuestro país.
Tres son los sellos editoriales en esta parte del Perú que, desde la tierra de los volcanes, se han entusiasmado con la historia del rubio niño, el Rey de Sol, que un día pisó nuestro planeta; y otro día desapareció sin dejar restos de su existencia. Resplandece ahora en alguna de esas estrellas, al fin junto a su rosa, y para siempre.





martes, 9 de junio de 2020

EL CABALLERO CARMELO Y OTROS CUENTOS (Edición especial ilustrada)

Estos cuentos seleccionados por su afinidad estética, un estilo claro, breve y expresivo, y descripciones elegantes o cuasi poéticas; nos ilustran la genialidad prosística de Valdelomar. El Caballero Carmelo, sin lugar a dudas, encabeza en primera línea este repertorio, por la honestidad que gobierna y lleva de la mano a sus protagonistas, por la humildad con que se desarrolla cada pequeño episodio narrativo y por cuyo desenlace se contrista nuestra empatía y admiración. Con este cuento iniciamos la lectura de su famoso ciclo “cuentos criollos”; aunque así de importante será conocer algunos de sus “cuentos incaicos” y los bien logrados “cuentos fantásticos”.
Como narrador, Valdelomar desbordó su imaginación y se valió de la anécdota personal para la creación de sus más bellos cuentos. Algunos pueden considerarse demasiado humanos ya que retratan tristeza, soledad o desolación en sus definidos personajes, pero también evocan situaciones donde perseveran la inocencia, la ternura, la superstición y la magia.

Se trata del primer libro con el que inicia nuestra serie de Clásicos Patrios.





Título: El Caballero Carmelo y otros cuentos (Edición especial ilustrada)
Autor: Abraham Valdelomar
Encuadernación: Tapa blanda
Medida: 20 X 13
Longitud: 220 páginas
Lengua: Español
Edición limitada


IV

Esbelto, magro, musculosos y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo altivo, caballeroso, justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada cresta de encendido color, ojos vivos y redondos, mirada fiera y perdonadora, acerado pico agudo. La cola hacía un arco de plumas tornasoles, su cuerpo de color carmelo avanzaba en el pecho audaz y duro. Las piernas fuertes que estacas musulmanas y agudas defendían, cubiertas de escamas, parecían las de un armado caballero medioeval.
Una tarde, mi padre, después del almuerzo, nos dio la noticia. Había aceptado una apuesta para la jugada de gallos de San Andrés, el 28 de julio. No había podido evitarlo. Le habían dicho que el Carmelo, cuyo prestigio era mayor que el del alcalde, no era un gallo de raza. Molestose mi padre. Cambiáronse frases y apuestas; y aceptó. Dentro de un mes toparía al Carmelo con el Ajiseco, de otro aficionado, famoso gallo vencedor, como el nuestro, en muchas lides singulares. Nosotros recibimos la noticia con profundo dolor. El Carmelo iría a un combate y a luchar a muerte, cuerpo a cuerpo, con un gallo más fuerte y más joven. Hacía ya tres años que estaba en casa, había él envejecido mientras crecíamos nosotros, ¿por qué aquella crueldad de hacerlo pelear?...





viernes, 8 de mayo de 2020

EL CAMINO DE EL CABALLERO CARMELO


Tras apoyar activamente a Guillermo Billinghurst y éste lograra ganar las elecciones presidenciales, Abraham Valdelomar es enviado a Roma (Italia) en 1913 como Secretario de la Legación Peruana. En aquella ciudad Valdelomar escribe el cuento El caballero Carmelo, y lo envía al diario La Nación, como adelanto de los trabajos que se presentaban al concurso de cuento que el diario organizaba ese año. 
El cuento, inspirado en su infancia y sus vivencias en el puerto de Pisco, contaba la historia de un viejo gallo de pelea que el hermano mayor de la familia llevó trajo a la casa, como regalo para el padre de la familia, luego de algunas anécdotas hogareñas en torno a la mascota de la que el narrador niño se había encariñado, llegó finalmente la desventura. Un vecino del pueblo había rumoreado que aquel gallo no parecía de raza, y el padre de familia ofendido y confiado en la pureza del Carmelo, pactó un duelo a muerte con el Ajiseco, un gallo más joven y temido rival que había enviado a mejor vida a otros gallos del puerto. Pese a la tristeza del narrador que decidió acompañar aquel día al gladiador gallináceo, el padre llevó al Carmelo al ruedo mortal y allí, llegado su turno, lo puso en la arena. El Ajiseco y el Carmelo se dieron algunos golpes y algunas heridas, pero el Carmelo  parecía cada vez más cansado. Finalmente el Ajiseco asesta una puñalada que hace perder el equilibrio al Carmelo y cae en la arena; sin embargo el gallo vencedor, que orgulloso se asoma y mira al caído, victorioso, ignoraba que el Carmelo no vendería cara su derrota, el cual, alzando en sus alas sus últimas fuerzas, se levantó y de un sólo golpe de navaja mató al Ajiseco el cual cayó para no levantarse más. Todos los asistentes elogiaron al Carmelo, que en brazos de su dueño y un niño, salía de regreso a su hogar. Caminando por la playa, el Carmelo estaba triste, débil y de sueño. Pese a los cuidados recibidos, el Caballero Carmelo finalmente murió días después, mientras miraba el atardecer en dirección al mar.
Mientras esperaba los resultados el autor inicio sus estudios en la ciudad de Roma. Fue el 27 de diciembre cuando el jurado calificador le comunica que obtuvo el primer puesto del concurso; y el 3 de enero se publica en el diario La nación el acta de los premios del concurso.
Animado por este gran logro a Valdelomar se le ocurriría editar un libro de cuentos titulado La aldea encantada, en París, pero tras un golpe de estado del general Óscar Benavides al gobierno democráticamente elegido de Billinghurst, valdelomar renuncia a su cargo en Roma, abandona sus estudios y regresa al Perú.
A su regreso Valdelomar publica otros cuentos solicitados por La Opinión Nacional, en 1914; así como muchos artículos periodísticos para diarios como La Prensa, donde también publica algunos relatos y poemas, en 1915.
Tras fundar la revista Colónida en 1916 y promoverla junto a un grupo de jóvenes intelectuales, notables promesas en su campo, no deja de laborar en La prensa y en 1917 inicia sus colaboraciones para Mundo Limeño. El autor de el Carmelo, renuncia finalmente a su trabajo en La Prensa en 1918 y decide publicar oficialmente en un libro su cuento ganador El Caballero Carmelo junto a otros en una antología personal y prometedora, en los Talleres de Imprenta de la Penitenciaría de Lima, donde ese mismo año César Vallejo imprimiría su preciado Los heraldos negros.




Valdelomar iniciará luego sus viajes por el Perú, a las provincias alejadas más allá de Lima, dando conferencias gratuitas, impartiendo cultura y los adelantos tecnológicos que iban dándose en el mundo, visitando distintos departamentos de norte a sur. De retorno a su ciudad es nombrado Diputado Regional por Ica, y en octubre es elegido secretario del Congreso regional a desarrollarse en Ayacucho, es allí donde el 1 de noviembre se cae de un segundo piso del recinto donde se oficiaba un banquete entre los invitados. Tras varios días de agonía fallece y es enterrado provisionalmente en Ayacucho; mas luego sus restos serían enviados a Lima y reposan ahora, en el Cementerio General de Lima. A su muerte, los elogios, la solidaridad con la familia, la reconciliación, y más tarde la imitación de su estilo, para dar paso a la auténtica narración peruana.
Dentro de las reediciones hechas por casas o emprendimientos editoriales importantes de la historia del libro en el Perú, El caballero Carmelo ocupó el interés y el protagonismo en el mercado. La siguiente es la antigua edición de la Imprenta Lux, 1923, en su serie La novela Peruana), tras cinco años de su primera publicación (1918).




Las andanzas de El Caballero Carmelo nos llevan a otro stage de publicación en la legendaria Ediciones Hora del Hombre, 1950.




El Caballero Carmelo se abría camino hasta llegar a la década de los años '60 donde se sumerge en las imprentas de proyectos editoriales ambiciosos y masivos en la historia del Perú, libros cuyas fechas de impresión no fueron consideradas, especulándose muchísimo sobre la transparencia en el número de ventas con que se sustentaba el pago de derechos de autor. Uno de ellos dirigido por Manuel Scorza; me refiero a Ediciones Populibros




En ese orden cronológico, el recorrido de El Caballero Carmelo nos lleva a la editorial Mercurio S.A., que al igual que con muchas obras latinoamericanas y universales, lo imprimió entre los años 1988 y 1992.



Pero es en la peruana Editorial Peisa, gran editorial promotora de algunas piezas clásicas de la literatura peruana, que las ediciones desde 1973 y reimpresiones hasta el 2009 cobran mayor realce, exponiendo diversos formatos. El Caballero Carmelo continúa merodeando asísiempre junto a otros cuentos selectos.

                                  

Las editoriales han centrado su atención y catalogado a El Caballero Carmelo en su loca carrera como tema del Plan Lector en Perú. Así, editoriales grandes como Alfaguara, 2010 y precisamente Peisa en 2014, tienen su propia edición ilustrada para niños.



El Caballero Carmelo también ha sido visto en antologías cuasicompletas o completas de cuentos del autor. Así tenemos el título La aldea encantada de Alfaguara, 2008, Cuentos completos de Estruendomudo, 2013, como también Cuentos reunidos de Editorial Peisa, 2014.


 


Las últimas publicaciones que han invitado a los lectores a vivir la historia de El Caballero Carmelo, han sido la publicación de Selección Valdelomar, Estruendomudo, 2019. Y la edición facsimilar El Caballero Carmelo, 2019, con que el Centro Cultural Inca Gracilaso conmemora los 100 años de publicación del libro (1918) y el fallecimiento de su autor (1919).


 


Una nueva edición hace arribar a El Caballero Carmelo hasta el 2020, con Editorial Trilobites. Este duro año, sin embargo no parece ser impedimento para la publicación de El caballero Carmelo y otros cuentos, el cual saldrá a la luz pasada la cuarentena dispuesta por el gobierno. Se trata de una última edición con anotaciones que pretenden esclarecer algunos elementos hasta ahora no tomados en cuenta por ediciones anteriores, esparcidos en los cuentos valdelomarianos. Diversas apreciaciones de coetáneos entorno a la obra y a su autor aperturan el libro, así como algunas dibujos con los que se va dando alas a la imaginación. Y de esta forma El Caballero Carmelo continúa vigente, más vivo que nunca y a paso firme hacia el bicentenario (2021). 
Gracias, Valdelomar, sólo nos queda esperar un poco más



220 páginas
20 x 13
Tapa blanda
Papel avena
20 dibujos